Knowledge area:
- Macroeconomics
Document type:
- Magazine article
Customer type:
- Editorial
Target audience:
- Finance readers
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Customer type:
Target audience:
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Those words ring uncannily true of the Brazil of recent years. For much of the past decade the country enjoyed faster growth because of China’s demand for its iron ore, soya beans and oil, and because higher wages and newly available credit boosted the purchasing power of tens of millions of Brazilians. But now the economy has stalled. Having slashed interest rates, intervened to weaken an overvalued currency and offered tax breaks and cheap loans to favoured sectors, officials insist that GDP will grow by 4.5% next year. In 2008, when the world economy tanked, the government engineered a quick recovery by stimulating demand. But now its lever-pulling seems to be having less effect. That is partly because of global economic gloom, and partly because Brazil’s consumers, like those elsewhere, are paying back debts. But it also reflects the harsh truth that Brazil has become a wildly expensive place in which to invest or manufacture. It is cheaper to import steel made in South Korea from Brazilian iron ore than to buy it locally, complains Carlos Ghosn, the boss of Renault-Nissan.
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Aquellas palabras describen al Brasil de los últimos años mejor que nunca. Durante gran parte de la última década, el país ha gozado de un crecimiento acelerado debido en gran parte a la fuerte demanda china de mineral de hierro, grano de soja y crudo y porque una mayor disponibilidad de crédito y un incremento de los salarios impulsaron el poder adquisitivo de millones de brasileños. Pero ahora la economía se ha estancado. Fuentes oficiales insisten en que el PIB crecerá un 4,5 % los próximos años debido a las siguientes medidas: reducción radical de los tipos de interés, devaluación del sobrevalorado real brasileño, rebajas de impuestos y préstamos baratos a los sectores de la población más desfavorecidos. En 2008, cuando la economía mundial tocó fondo, el gobierno orquestó una recuperación rápida estimulando la demanda, pero ahora las medidas parecen tener menos efecto. Ello se debe en parte al pesimismo económico global y en parte a que los consumidores de Brasil, al igual que los de otras partes del mundo, aún están liquidando deudas adquiridas durante la época de bonanza. Sin embargo, también refleja la dura realidad de que Brasil se ha convertido en un lugar increíblemente costoso para la inversión o la producción. Carlos Ghosn, presidente y director ejecutivo de Renault-Nissan, denuncia que es más barato importar acero producido en Corea del Sur con mineral de hierro brasileño que comprarlo directamente en Brasil.
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